Lo que sucede en la ciudad, lo que sucede en la noche, lo que sucede en la noche en la ciudad.  La ciudad, refugio para quienes gozan del anonimato y necesitan de él. La noche, que siempre parece eterna mientras dura, protege con su manto de oscuridad lo que el día obliga a ocultar.  La noche en la gran ciudad, tiempo de infinitas posibilidades para quien desea romper con la monotonía de la rutina del día, corrompedora de lo “normal”, de lo socialmente aceptable, criadero de submundos.

La noche en la gran ciudad, caldo de cultivo de rebeldía, irreverencia, reinvención y expresión de identidad que si se dejan correr libremente, terminan rebasando a la oscuridad para enfrentar la luz y mostrarse crudamente de frente al día, pero siempre bajo la protección del anonimato citadino.

 La ciudad y la noche, potenciadoras de la decadencia de rígidas costumbres, rituales, tradiciones y creencias que oprimen al inadaptado, al inconforme, al agotado, al raro, al corazón roto; cómplices del rebelde, del irreverente, del diferente, del despechado, del necesitado de libertad, de quien busca dejar fluir libremente sus deseos más carnales, reprimidos por la sociedad. La noche tienta con la posibilidad de escape, escape a través de sexo, alcohol, drogas, baile, música; un sentido de posibilidad infinito que cautiva. El misterio de aquello que oculta la oscuridad hace volar la imaginación y la muerte del sol invita a la fantasía. La noche que esconde peligros y riesgos produciendo adrenalina, haciendo la ciudad y las sombras aún más deseables.

Tengo un especial fetiche por lo que rompe con las nociones excluyentes y elitistas de belleza, moral sexual, códigos de vestimenta, conducta, buen gusto, incluso de orden y limpieza. Me interesan particularmente las  personas y lugares que rompen con nociones establecidas de perfección y corrección; la gente “rara”, la basura y los lugares raídos.

 Me interesa el concepto de periferia, más que como espacio físico como espacio socio-cultural que contrasta con los estándares tradicionales de la sociedad o de determinados grupos sociales, que suelen ser de élite, y que por ende es periférico hasta que es apropiado por el grupo que en un principio lo repudió.

 Me interesa el concepto de exceso como rienda suelta que se da a los deseos de la carne, consecuencia de una sed desmedida de placer, de escape. La vanidad, la lujuria, la gula, la drogadicción y el alcoholismo, todos suelen estar relacionados con la noche urbana. Me interesan la locura, la depresión, la autodestrucción y la decadenciacomo consecuencias del exceso, que es la eterna tentación del ser humano que lucha constantemente por no sobrepasarse, que lucha contra sus propios deseos para mantener su estabilidad y bienestar, para evitar caer en el abismo de la perdición; del ser humano que lucha contra sus propios demonios de instatisfacción, soledad, desengaño y frustración.

 No olvido que los conceptos de exceso, imperfección y periferia son relativos. Lo que es excesivo para unos puede no serlo para otros. Asimismo el adjetivo “periférico” depende del punto central que se toma como referencia y demás está decir que la perfección es subjetiva. Sin embargo, a pesar de esta relatividad existen nociones establecidas de lo que es perfecto, de lo que es de élite y de la justa medida de las cosas. En este contexto me interesa la irreverencia de quienes, a veces en desmedro propio, se rebelan contra éstas nociones. Me interesa en particular lo que se rebela contra las nociones tradicionales de sexualidad, género, belleza y buen gusto; lo andrógeno, lo sexualmente ambiguo, lo “ordinario” y todo aquello que rompe con la dicotomía hombre-mujer, todo ésto expresado especialmente (aunque no exclusivamente) a través de la moda y patrones de comportamiento.Exploro también como estas rebeldías resultan en la decadencia de rígidas costumbres y formas de pensar, que quedan obsoletas para dar paso a nuevas culturas e idiosincrasias. Por éste motivo tengo fijación por los lugares viejos, sucios o destruidos, ya que sirven como metáfora de este constante cambio que se refleja en lo material; un constante recordatorio de que nada es eterno, todo decae y fenece. Nada es perfecto, nada es perennemente níveo y en las grandes ciudades estamos rodeados de cosas que nos los recuerdan constantemente. Revelar que la belleza de lo sucio, de lo viejo, de lo decadente está en la nostalgia de lo que alguna vez fue y en lo nuevo que puede ser. 

 

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